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Después lo encerraron entre barrotes,
lo llevaron al rey de Babilonia
y lo metieron en un calabozo,
para que ya no se oyese su rugido
allá por los montes de Israel.
10 Tu madre parecía una vid
plantada a la vera del agua;
era fecunda y frondosa
gracias al agua abundante.
11 Echó sarmientos vigorosos,
que valían para cetros reales.
Su talla sobresalía entre los arbustos;
se podía distinguir por su altura,
por la gran abundancia de ramas.

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